Cerebro de la noche, ojo dorado De cascabel que tiemblas en el pino, escuchad: Yo soy el que llora y escribe en el invierno. Palomas y níveas gradas húndense en mi memoria, Y ante mi cabeza de sangre pensando Moradas de piedra abren sus plumas, estremecidas. Aún caído, entre begonias de hielo, muevo El hacha de la lluvia y blandos frutos Y hojas desveladas hiélanse a mi golpe. Amo mi cráneo como un balcón Doblado sobre un negro precipicio del Señor. Labro los astros a mi lado ¡oh noche! Y en la mesa de las tierras el poema Que rueda entre los muertos y, encendido, los corona. Pues por todo va mi sombra tal la gloria De hueso, cera y humus que me postra, majestuoso, Sobre el bello césped, en los dioses abrasado. Amo así este cráneo en su ceniza, como al mundo En cuyos fríos parques la eternidad es el mismo Hombre de mármol que vela en una ventana O que se tiende, oscuro y sin amor, sobre la yerba.
Parque para un hombre dormido
Parque para un hombre dormido
Parque para un hombre dormido
Cerebro de la noche, ojo dorado De cascabel que tiemblas en el pino, escuchad: Yo soy el que llora y escribe en el invierno. Palomas y níveas gradas húndense en mi memoria, Y ante mi cabeza de sangre pensando Moradas de piedra abren sus plumas, estremecidas. Aún caído, entre begonias de hielo, muevo El hacha de la lluvia y blandos frutos Y hojas desveladas hiélanse a mi golpe. Amo mi cráneo como un balcón Doblado sobre un negro precipicio del Señor. Labro los astros a mi lado ¡oh noche! Y en la mesa de las tierras el poema Que rueda entre los muertos y, encendido, los corona. Pues por todo va mi sombra tal la gloria De hueso, cera y humus que me postra, majestuoso, Sobre el bello césped, en los dioses abrasado. Amo así este cráneo en su ceniza, como al mundo En cuyos fríos parques la eternidad es el mismo Hombre de mármol que vela en una ventana O que se tiende, oscuro y sin amor, sobre la yerba.