La mosca
Mosquita, Tu juego de estío Destruyó mi mano, Ciega, sin saberlo. ¿No soy una mosca Lo mismo que tú? ¿No eres tú persona Lo mismo que yo? Yo danzo, Yo bebo y canto, Hasta que una mano Destruya mis alas. Si pensar es vida Y fuerza y aliento, No pensar es muerte; Entonces yo soy Una feliz mosca, Si vivo, Si muero.
The Fly
Little fly, Thy summer’s play My thoughtless hand Has brushed away. Am not I A fly like thee? Or art not thou A man like me? For I dance And drink and sing, Till some blind hand Shall brush my wing. If thought is life And strength and breath, And the want Of thought is death, Then am I A happy fly, If I live, Or if I die.
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El poema de ayer, “Tantas cosas que en tu cuerpo deseo oír”, es de Catalina Reggiani (La Plata, 1997), y lo tomé de Los maratonistas, su segundo poemario, recién publicado por Concreto.
Catalina es lectora de estas columnas y su libro es precioso (estos dos hechos son independientes. El Buen Poema quiere a sus lectores pero más quiere a La Verdad).
Escribir poemas es muy difícil. Escribir poemas de amor es más difícil aún, o eso me parece a mí. Y escribir poemas de amor que además sean buenos, que tengan algo nuevo para decir, que le agreguen un sonido al mundo es, desde mi punto de vista, una tarea casi imposible (y a la vez intentarlo es la mejor razón, quizás la única, para escribir poemas). Los poemas de Los maratonistas son de amor, son de correr, de perseguir formas de querer y de ponerles un nombre en el camino. Son poemas íntimos, en el mejor sentido de la palabra. Creo que le agregan un sonido al mundo.
Para quienes lean desde Buenos Aires, el libro se presenta mañana a las 19 en Velazco Bar: